"!Soy un desgraciado, Felipe!. No sé qué hacer con mi hijo. Sólo es inteligente. Tiene varias carreras y no es como el tuyo, que tiene un gran porvenir, pues conoce bien los secretos de la vida e incluso ha estado en la cárcel" (esta frase aparece en una película española del año 1.969, en la que un padre quiere colocar a su ilustrado y bien educado hijo, pero que no puede hacerlo porque esos valores no son los que exige la sociedad del momento).
Parace innecesario comentar nada sobre esta afirmación y el argumento, producto de la década de los años 60 que se instaló en España, era lo que más se vendía. La edad de oro de esta manera de pensar se generalizó en la década de los 80 y muchos ciudadanos la tomó como referencia, de tal modo que ahora estamos recogiendo la cosecha de lo sembrado. Es una manera de ver la vida muy valorada por una importante masa de la población, que jamás pensó que la sociedad es compleja (individuos de todo tipo y de formación muy diferente) y que hay que vivir solidariamente. Afirman que lo importante era y es el enriquecimiento sin esfuerzo, el progresar sin hacer méritos, el tener derecho a todo y muy pocas obligaciones, el aquí me pongo yo porque tengo más derecho que tú, el vocinazo frente al susurro, el mal modo frente a la consideración, el descrédito frente a la autoridad, etc., etc.. Sin embargo, hay gente que no sigue la ley de la selva, en la que sólo sobreviven los más listos y los más brutos. Es la ley del "todo vale" enfrentada a la reflexión, a la consideración y al repeto hacia los demás.
La libertad hace crecer e iguala a los individuos en su desarrollo individual y social; además, ofrece igualdad de oportunidades a tod@s, por eso son muchas las personas que piden libertad no sólo para ellas o para su entorno.
Es necesario trabajar para revertir la situación creada en los años del "todo vale". Debemos ofrecer otras ideas y comportamientos, para que aprendan a valorar la solidaridad y las relaciones sociales. Aceptamos que es difícil enderezar un árbol inclinado durante mucho tiempo y con un grueso tronco, pero no imposible. Buscar la armonía de los contrarios es un objetivo a conseguir.
¡No veámos como algo natural esos comportamientos tan egoístas y antisociales, como los del personaje peliculero!.
Parace innecesario comentar nada sobre esta afirmación y el argumento, producto de la década de los años 60 que se instaló en España, era lo que más se vendía. La edad de oro de esta manera de pensar se generalizó en la década de los 80 y muchos ciudadanos la tomó como referencia, de tal modo que ahora estamos recogiendo la cosecha de lo sembrado. Es una manera de ver la vida muy valorada por una importante masa de la población, que jamás pensó que la sociedad es compleja (individuos de todo tipo y de formación muy diferente) y que hay que vivir solidariamente. Afirman que lo importante era y es el enriquecimiento sin esfuerzo, el progresar sin hacer méritos, el tener derecho a todo y muy pocas obligaciones, el aquí me pongo yo porque tengo más derecho que tú, el vocinazo frente al susurro, el mal modo frente a la consideración, el descrédito frente a la autoridad, etc., etc.. Sin embargo, hay gente que no sigue la ley de la selva, en la que sólo sobreviven los más listos y los más brutos. Es la ley del "todo vale" enfrentada a la reflexión, a la consideración y al repeto hacia los demás.
La libertad hace crecer e iguala a los individuos en su desarrollo individual y social; además, ofrece igualdad de oportunidades a tod@s, por eso son muchas las personas que piden libertad no sólo para ellas o para su entorno.
Es necesario trabajar para revertir la situación creada en los años del "todo vale". Debemos ofrecer otras ideas y comportamientos, para que aprendan a valorar la solidaridad y las relaciones sociales. Aceptamos que es difícil enderezar un árbol inclinado durante mucho tiempo y con un grueso tronco, pero no imposible. Buscar la armonía de los contrarios es un objetivo a conseguir.
¡No veámos como algo natural esos comportamientos tan egoístas y antisociales, como los del personaje peliculero!.
Luis Domingo
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